jueves, 27 de octubre de 2011

Museo Memoria de Andalucía


Hay que ver cómo nos empeñamos en mostrar la diferencia, lo llevamos en los genes, estoy segura, no hay más que ver a los pre púberes con toda clase de aparejos en su anatomía o con combinaciones extraordinarias de atuendos para ocultar o para enseñar, que de todo hay.

La idea, ser diferentes.

Y con esa misma idea jugamos cuando creemos que somos adultos, en algunos se pierden o se suavizan las diferencias externas, pero se mantienen, y en algunos se agudiza, la idea de identidad cultural.

La desemejanza que en su naturaleza abriga la inclusión es enriquecedora e incluso diría que deseable. Como la que muestra el Museo Memoria de Andalucía, dedicado a mostrar el pasado y el presente de la Comunidad Andaluza.


La conservación del patrimonio material e inmaterial de cualquier pueblo  empieza por el conocimiento del mismo, y eso es lo que pretende este espacio. Ser un ente  parlante, vivo y dinámico, que nos cuente a propios y extraños lo que fue y lo que es esta tierra, para primero amarla y después protegerla, potenciarla, conservarla y recuperarla. Y se dirige especialmente a los que acarician el germen de la disconformidad, a esos jóvenes que serán los transmisores del futuro de cualquier civilización.

Me sorprendió la forma, más que el fondo, he de reconocerlo. El Museo hace uso de los últimos recursos tecnológicos para atraer a ese público joven y cada vez más difícil de enganchar a algo que no sea digital.

El silencio clamoroso del edificio es rotundo en su expresión y es la muestra de lo que quiere ser Andalucía, avanzando hacia el futuro sin perder la visión de su pasado. De ahí las continúas referencias del edificio con elementos patrimoniales de la ciudad.

Su patio central hace clara referencia tanto en su tipología como en sus dimensiones al patio circular de Carlos V en la Alhambra, de Pedro Machuca, que nos habla de  la belleza de un patio abierto al cielo de Granada.



Alberto Campo Baeza plantea un dialogo permanente con su anterior edificio de Caja Granada, con iguales reminiscencias a elementos iconográficos de la ciudad, en este caso el interior de la Catedral granadina, transmitiendo igual rotundidad y belleza.


Nunca el hormigón tuvo tanto esplendor. Si no me  creéis, id y luego contadme.






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