¿Es la amistad más fuerte que el
amor? o quizá ¿el amor es un sentimiento más hondo que la amistad? La voz de
Sándor Márai habla a través del personaje de Henrik en “El último encuentro” y su
elección es clara.
El libro es una búsqueda de la
verdad como el fin último que dará sentido a nuestras vidas, una verdad a
medias, la verdad que queremos creer y que rogamos que nos cuenten. Así actúa
nuestro personaje con su amigo de la infancia, Konrad, pidiéndole una verdad
que, en realidad, no quiere oír.
Y si no nos queda la verdad, ¿qué
es lo que justifica nuestra existencia? Márai concluye que será la pasión, el
delirio que nos mueve y nos transporta, que nos hace olvidar las horas y los
días, que nos vuelve locos o cuerdos, que modela el alma y la arrastra. Un rayo
de frenesí que ilumina cada bocanada de aire hasta el fin de los días. Un
apetito extremo hacia alguien o hacia algo que trae en su misma naturaleza el
padecimiento.
Algunos son tierra, como Henrik,
apegado a las cosas. Cada objeto que le rodea desvela una memoria de vida, un
orden, una disciplina. Otros, como Konrad o Krizstina son aire, la música
es su lenguaje vital, la armonía de lo bello, lo sublime. Volátiles,
emocionales, fugaces.
Tierra y Aire se atraen en el
erotismo de la amistad o del amor, pero en esa lucha de Titanes es difícil
salir ileso.
Si todos buceáramos en el Lago de
nuestra vida, encontraríamos la piedra que un día arrojamos, todos sabemos que
está allí, en el fondo de esas aguas turbulentas, pero no la vemos, así es la
verdad que definiría nuestra vida. No queremos sumergirnos y rescatarla, las
aguas son engañosas, las corrientes nos ahogarían.
El marco decimonónico en que nos
presenta la novela, y la intriga que nos conduce a través de las páginas del
libro, no es más que una excusa para el desarrollo de esa segunda parte donde
la palabra de Sándor Márai es demasiado evidente y con la que reflexiona sobre
temas universales como el amor, la amistad, el honor, el sentido de la vida, la
fidelidad, la vejez…
Una estampa costumbrista que, sin
embargo, es necesaria para presentar a los personajes y entenderlos después.
Las mujeres de la novela aparecen
descritas con apenas unas pinceladas y en algunas de las sentencias que el
autor nos regala, se muestra el sesgo paternalista para con ellas,
atribuyéndoles cualidades superficiales y despojándolas de otras que al parecer
del autor pertenecen en exclusiva al mundo masculino.
El autor construye “su” novela,
como uno también construye lo que le ocurre. Lo construye, lo invoca, no deja
escapar lo que le tiene que ocurrir.
“¿Crees tú también que el sentido de la vida no es otro que
la pasión, que un día colma nuestro corazón,
nuestra alma y nuestro cuerpo, y que después arde para siempre, hasta la
muerte, pase lo que pase?”
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